Alegría y Optimismo

Los niños necesitan vivir en un ambiente alegre y armónico en el que las relaciones entre las personas sean amables y cordiales.

Para ellos es fundamental ver en los adultos una actitud positiva ante las distintas situaciones. Padres y profesoras han de recordar que para poder «enseñar alegría» es necesario vivirla, la alegría se aprende viviéndola, más: contagiándola.
Es importante reforzar positivamente el esfuerzo que hacen los niños por estar alegres ante sus pequeñas dificultades.

Una manera muy efectiva para educar en la alegría es procurar que se sientan valorados e importantes en casa y en el colegio.

El optimismo se educa desde el principio y siempre, y es una virtud fundamental en los padres para educar a los hijos.
«La persona optimista confía, razonablemente, en las propias posibilidades, y en la ayuda que se puede recibir de los demás, confía en los demás, de tal modo que, en cualquier situación, distingue lo que es aprovechable en sí y las posibilidades de mejora que existen, pero también las dificultades que se oponen a esa mejora y los obstáculos, aprovechando lo que se puede y afrontando lo demás con deportividad y alegría.»

El desarrollo de la virtud del optimismo supone ser realista y buscar conscientemente lo positivo antes de centrarse en las dificultades.
La educación tiene que crecer siempre desde lo positivo, dando pasos hacia lo mejor, más que enfrentarse con lo negativo para intentar corregirlo, que también hay que hacerlo con oportunidad.
Una persona optimista no teme ante las dificultades, ve los obstáculos perfectamente superables; esto le lleva a actuar con un nivel de audacia que le permite alcanzar algunas metas que una persona normal ni siquiera se plantearía. Además, la persona optimista se recupera rápidamente de los fracasos y tiende siempre a mirar hacia adelante.
Padres y educadores deben vivir esta virtud si quieren educar de la mejor forma posible. Un adulto optimista, es decir, positivo, que refuerza lo bueno, que busca soluciones, que confía, probablemente no fracase nunca en la tarea de educar, porque estará sacando siempre lo bueno de los hijos, haciéndoles crecer en su personalidad.

Como la alegría es la complacencia en el bien y cualquier bien es fuente de alegría, enseñaremos a los niños a:

  • Aprender a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas.
  • Descubrir el aspecto positivo que siempre hay en las personas y acontecimientos.
  • Saber aceptar las propias posibilidades y limitaciones.
  • Aprovechar las ocupaciones habituales como fuente de alegría.
  • Disfrutar en la familia y en el colegio.
  • Reírse con frecuencia para expresar su felicidad.