Lo primero que debemos tener en cuenta es que la piedad se transmite, más que se enseña. Puede decirse que se transmite por contagio. El niño, antes de rezar, ha de ver rezar a sus padres: es a través de su piedad sincera como el niño va descubriendo intuitivamente la presencia misteriosa, pero real y viva, de Dios.
El sentimiento de confianza en Dios Padre es una de las principales actitudes religiosas y se puede despertar muy pronto en los niños, a quienes la presencia protectora de sus padres les infunde seguridad y confianza.
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