El sacramento de la Eucaristía.
Es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar el sacrificio de la cruz.

La institución.
Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo mientras celebraba con sus apóstoles la última Cena durante el banquete de la Pascua judía.

¿Qué representa la Eucaristía en la vida de la Iglesia?
La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana. En ella alcanza su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna.

El sacrificio sacramental de la Misa: acción de gracias, memorial, presencia.
El sacrificio sacramental de la Misa es memorial del sacrificio de Cristo, en el sentido de que hace presente y actual el sacrificio que Cristo ha ofrecido al Padre, una vez para siempre, en la cruz. Es el único acontecimiento histórico que no pasa. En la Misa se hace presente Cristo glorioso y resucitado con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

La celebración. Jesús consagra sacerdotes en la última Cena.
El ministro de la celebración de la Eucaristía es el sacerdote que actúa en la persona de Cristo y en nombre de la Iglesia.

Los signos del pan y el vino.
Son los elementos esenciales y necesarios para celebrar la Eucaristía. Sin ellos no hay sacramento y no pueden ser sustituidos por materias diferentes aunque sean parecidas.

El día del Señor.
La Iglesia, fiel al mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía” (I Cor 11,24), ha celebrado siempre la Eucaristía, especialmente el domingo, día de la Resurrección de Jesús.

Día de la Iglesia y del hombre.
Todo cristiano a través de la Eucaristía participa de una manera particular en el sentido profundo de la comunión de los santos. La Eucaristía nos une con Dios y con los hermanos. Cuando no vivimos la comunión entre nosotros, tampoco es verdadera la comunión con Dios. La Eucaristía hace posible que nos amemos como hermanos.

Participar con la familia en la Misa dominical.
Especialmente han de tenerlo en cuenta los padres mientras sus hijos no tengan autonomía para acudir solos. Cuando ya puedan ir solos, los padres han de sentir la responsabilidad de dar ejemplo de cristianos coherentes. Lo ideal es que al menos hasta la mayoría de edad, los hijos acudan a la Eucaristía dominical con sus padres.

Tener deseos de recibir a Jesús en la Comunión.
Podemos alimentarlos con la Comunión espiritual: “Yo quisiera Señor recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con la que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”.

Ser agradecidos a Dios después de la Comunión.
Podemos hacer unos minutos de acción de gracias al Señor, por haberse quedado con nosotros en la Eucaristía, por poder recibirle, porque se queda en los sagrarios y podemos visitarle, porque necesitamos de Él y sus gracias y podemos pedirle todo.

Actos de adoración a Dios. La genuflexión.
Al pasar delante del sagrario, donde se guarda a Jesucristo, haremos una genuflexión bien hecha como manifestación
de adoración a quien es Dios y Hombre oculto en la Hostia santa.

Para la Misa de los domingos. Consejos de una madre cristiana.

  1. Ponerse en los bancos de delante: se evitan distracciones y ven mejor lo que pasa, están más atentos. (Si fuésemos a un espectáculo, a todos nos gustaría estar en primera fila.)
  2. Cuidar la forma de vestir. No es lo mismo ir a la playa que a Misa.
  3. Llegar puntuales (cuidamos la puntualidad para ir a clase, llegar al cine…). Jesús nos espera, pero no podemos hacerle esperar. ¿Haríamos esperar a una persona importante? Sería muy descortés.
  4. Que nos oigan contestar, es recomendable pronunciar bien, vocalizando, para que ellos oigan y aprendan. Echarles una miradita animándoles a que participen.
  5. Cantar: a los niños les encantan las canciones. Es recomendable asistir a alguna Misa en la que se cante.
  6. Que nos vean atentos y que nos vean rezar (después de la Comunión), con respeto. Podemos animarles a que ellos también se pongan de rodillas y recen.
  7. El respeto al sacerdote: cuando entra nos ponemos de pie, esperamos a que haya salido para salir nosotros.