La Laboriosidad

El trabajo es un bien del hombre, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido «se hace más hombre».”

La laboriosidad es la virtud que facilita desarrollar en todo momento un trabajo bien hecho. Supone constancia, imaginación, paciencia, atención a los detalles y un elemento muy característico: acabar las cosas que se empiezan. A veces hay que trabajar mucho antes de ver el “fruto del trabajo”. Una sociedad sana y una nación grande están hechas de hombres y mujeres que se esmeran en trabajar como buenos profesionales.

Al igual que Cristo, hemos de entender el trabajo como un servicio a la entera comunidad humana además de un motivo de satisfacción propia. Todo trabajo merece una remuneración justa, pero no es el dinero lo que le da dignidad a un trabajo, sino la persona que lo realiza.

Sólo el ser humano “trabaja”, porque en cada cosa que hace, aunque sea la más insignificante, deja algo de su ingenio, de su esfuerzo y de su propia humanidad. El hombre “humaniza”, debe humanizar, el mundo mediante su quehacer.
La creciente preocupación del mundo por la ecología y el medio ambiente nos sirve para comprender que los hombres estamos llamados a completar y a cuidar la creación por medio de nuestro trabajo, sin destruirla ni degradarla.
Es conveniente enseñar a los hijos que ganar dinero no es el fin del trabajo mismo. No trabajamos para “forrarnos”, sino para realizarnos como seres humanos.
Además, el trabajo humano rectamente entendido ha de cuidar la vocación de ser solidarios y contribuir al bienestar de la sociedad. Con nuestra tarea, de alguna manera devolvemos a la comunidad humana lo que ella ha invertido en nosotros en educación y bienestar.

¿Hay trabajos tan sencillos y humildes que no tengan trascendencia personal o social?
No hay trabajos sin importancia. En una cátedra universitaria, en una concejalía, en un taller, en una escuela, en un camión de limpieza, en la casa… Lo que le da al trabajo su valor no es el sueldo o el relieve social que tiene, sino el ser humano que trabaja y deja en él su propia vida. Por eso el trabajo humano no tiene “precio”, porque la persona humana no tiene “precio”.

¿Son igualmente dignos todos los trabajos?
Son igualmente dignos todos los trabajos honrados. Los trabajos inmorales, delictivos o malvados no pueden dignificarse, ya que en su raíz hay un mal que los pervierte. De ahí que sea tan importante facilitar a todos el acceso a la cultura (escuelas, universidades) para que puedan capacitarse y conseguir puestos de trabajo con los que sean capaces de sacar adelante a sus familias y vivir con dignidad.

Es fundamental inculcar a los hijos desde pequeños que todos los trabajos son muy importantes. Y serán camino de mejora personal aquellos que se realizan con perfección por amor a Dios y a los demás.


Parece necesario que los padres valoren y enseñen a valorar los trabajos más sencillos que hoy realizan casi en exclusiva los emigrantes. Es una hermosa lección de respeto a quienes han dejado su patria y lo que más quieren y nos sirven con sus quehaceres humildes pero esenciales en nuestra sociedad.