La Sinceridad

La sinceridad es una virtud que consiste en ajustar lo que decimos o hacemos a la realidad. Ser sincero es decir la verdad, y para eso es preciso, primero, reconocer la realidad propia y ajena, saber dónde está la realidad y dónde la falsedad A través de la observación y de la imitación, además de la exigencia de los padres y educadores, el niño adquiere el hábito de decir la verdad. Ya sabe distinguir entre verdad y mentira, comprende que no debe mentir y reacciona emocionalmente cuando es engañado.

Podemos fomentar el hábito de la sinceridad estimulando a los niños para que cuenten cosas de su vida diaria a los padres, hermanos, en el colegio, etc. Es imprescindible la comunicación, saber lo que cuentan y cómo lo cuentan para poder ayudarles.

Con cariño, se debe ayudar a los hijos a reconocer las cosas como son y aprovechar las situaciones ordinarias que se dan en la vida de familia para descubrirles esta virtud.

En estas edades los niños falsean la realidad por distintas razones; las más frecuentes son:

a) Porque confunden realidad y fantasía
Falsear la verdad por fantasía es muy normal entre tres y cinco años y no debe considerarse una mentira. Ellos creen en la fantasía como algo real y la expresan así, sin llamarla mentira.
Es bueno en estas edades desarrollar la imaginación, pero haciendo constar continuamente la diferencia entre lo real y lo imaginado. Ya pasará esa etapa.

b) Porque temen las consecuencias de lo que han hecho o dicho
Es frecuente que el niño mienta para defenderse o evitar las consecuencias de lo que ha dicho o hecho. La mentira por defensa es muy peligrosa y debe atajarse con firmeza porque  es fácil que acabe por convertirse en hábito. Por ejemplo, un niño que rompe algo y acusa de haberlo roto a alguien que no está en casa o en clase. Habrá que mostrarle que no ha ocurrido así. No se trata de poner al descubierto la falsedad con razonamientos, sino de hacerle ver que no ha sido así y que no vamos a juzgarle o castigarle por haberlo roto.

Conviene que los padres y profesoras, conociendo las razones por las que el niño no reconoce la verdad, eviten que adquiera este vicio retirándole la oportunidad para mentir y no dramatizando cuando lo haga.

c) Porque desean autoafirmarse.
La edad de tres-cuatro años coincide con el primer descubrimiento del yo, y la mentira puede ser dicha para llevar la
contraria a los demás, por el simple hecho de autoafirmarse.
En general, al corregirles, no se debe llamar mentirosos a los hijos, pues en realidad no son mentirosos ni desean la mentira. Es necesario motivarles positivamente hacia el bien y ayudarles a luchar para ser sinceros.
Ante estas u otras situaciones, lo más importante es reflexionar en quién lo ha hecho y por qué. Es sumamente importante el diálogo frecuente de los padres con la preceptora para buscar una actuación común.

  • Reforzar aquellas ocasiones en las que dicen la verdad con la felicitación.
  • Si no dicen la verdad, averiguar qué les motiva a ello para poder corregirlo.
  • Procurar un clima afectivo, de seguridad y aceptación en casa.
  • No llamarles mentirosos y menos delante de otras personas.
  • No hacer que se sientan muy culpables ya que puede provocar sentimientos negativos.
  • Responder siempre a sus preguntas. Ocultar la verdad no favorece la sinceridad.
  • No presionarles ni humillarles cuando hacen algo mal.
  • Padres y educadores debemos admitir los propios errores, sólo si somos sinceros ellos también lo serán.