La venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. De la misma manera que el día de Pentecostés los apóstoles reciben la plenitud del Espíritu Santo, ellos mismos comunican a los demás fieles por la imposición de las manos ese don recibido. Este es el origen del sacramento de la Confirmación.

Los efectos del Espíritu Santo en nuestras almas.
El cristiano queda “marcado” por el sello del Espíritu Santo (carácter) que indica la pertenencia total a Cristo y a la Iglesia, arraiga en el alma más profundamente la gracia bautismal, reafirmada por la unción con el crisma, los dones del Espíritu Santo, y le hace testigo (mártir) y enviado (apóstol) de Cristo para extender y difundir la fe, con palabras y obras.

La imposición de las manos perpetúa la primera Pentecostés.
La imposición de las manos y la unción con el santo crisma expresan el vínculo y la comunión del cristiano con el obispo y la Iglesia.

Fomentar el deseo de recibir el Espíritu Santo.

Cuando se acerca la edad adecuada para recibir el sacramento, es muy bueno enseñar a ilusionarse y a agradecer el regalo que nos hace Dios con la Confirmación.

Valorar el don del Espíritu Santo.
Significa darse cuenta de que, por medio de la Confirmación, se nos capacita para anunciar a Jesús (esto es, ser apóstoles suyos) y para defender el Evangelio valientemente, como testigos suyos (esto es, mártires).

Tener la disposición de aprovechar y poner por obra los dones que recibimos.

El regalo de la Confirmación se tiene que notar en la vida diaria, porque es un don operativo, es decir, que capacita y ayuda a obrar como testigo y apóstol del Señor.
Hacer apostolado con los iguales.

El don recibido nos impulsa a recordar a nuestros hermanos que hemos de caminar con alegría hacia la casa del Padre y hacer este mundo más humano y más justo.
Vencer los respetos humanos para hablar y vivir sin miedo la vida cristiana.
La posibilidad del martirio es el extremo del amor (“Nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos”), pero ordinariamente el testimonio cristiano no habrá de llegar hasta la sangre. No obstante, dar testimonio hoy día de un noviazgo limpio,
de una vida sobria o de un trabajo exigente y honrado es una actitud muy comprometida.
Darse a conocer como católicos.
Sin miedo a ser tachados de exagerados, anunciar con alegría y descaro el Reino de Dios.

¿Quién puede recibir este sacramento?

El sacramento de la Confirmación puede y debe recibirlo, una sola vez, aquel que ya ha sido bautizado. Para recibirlo con fruto hay que estar en gracia de Dios.

¿El cristiano de hoy debe tener complejo de inferioridad ante el relativismo, el laicismo, y tantas corrientes que se presentan falsamente como defensoras de la libertad?

El cristiano es consciente que por gracia de Dios y no por sus méritos, posee la verdad en Cristo y en la Iglesia. No puede sentirse acomplejado por aquellos que le tachan de dogmático e intransigente, pues la verdad no ha de llevar nunca a la lucha. La verdad del Evangelio se propone pero no se impone.

¿Es injusto el cristiano cuando procura lícitamente que las leyes civiles se acomoden a la verdad enseñada por Cristo y la Iglesia?

El cristiano, como cualquier ciudadano, ha de procurar por medios pacíficos que las leyes respeten la naturaleza de las cosas y, concretamente, que respeten la dignidad de la persona, el derecho a la vida, la libertad de enseñanza o la verdadera naturaleza del matrimonio, entre otros aspectos.

¿Tiene alguna obligación especial el cristiano por ser confirmado?
Ha de ser instrumento del Espíritu Santo y entrar en diálogo personal con los que le rodean, por cualquier motivo, para abrir a las personas amigas horizontes de vida cristiana, de conversión y, sobre todo, de reconocimiento del amor que Dios nos tiene.

Es necesario mostrar con naturalidad la propia fe: en la familia, en el colegio, en el trabajo, en la universidad…, en todos los ambientes.
Es aconsejable acudir con frecuencia al Espíritu Santo. Si estamos en gracia, Él vive en nuestra alma.
El respeto a la dignidad del hombre se apoya en última instancia en que ha sido creado por Dios y llamado a la comunión de vida con Él.
Al orar es necesario contar con el Espíritu Santo, que es el “motor” de la oración.
Pedir luces al Espíritu Santo al reflexionar y profundizar en la propia fe.